Relato

Quien No Encaja se encontraba frente a un gigantesco muro de ladrillo cubierto de musgo. Tras un sinfín de horas vagando, ese parecía ser el final del camino. Cada giro había sido sabiamente elegido, cada señal cuidadosamente leída y cada paso dado en la dirección correcta. A pesar de todo, la pared seguía allí, como si hubiese sido construida incluso antes de que el camino se hiciese. Cuando el viento golpeaba contra ella se podía escuchar una voz que susurraba “No eres suficiente para ir más lejos”. Sin embargo, el viento traía otra voz, una voz que venía del otro lado del muro, una voz que sonaba como una promesa de futuro.

El pecho de Quien No Encaja ardía en frustración. En ese pecho cada paso dado, cada hora de planificación y cada esperanza mantenida se convertían en pura rabia. Primero un puño golpeó el muro. Luego el otro. De pronto una tormenta de ira se desató contra el muro, haciéndolo temblar. Cada golpe hacía que la rabia fuese desapareciendo gradualmente mientras el monolítico muro se derrumbaba. Cuando Quien No Encaja se detuvo, con su cuerpo cubierto de polvo y sudor, el muro había desaparecido y solo quedaba silencio.

Letra